La competencia de pensamiento crítico es extremadamente valiosa en el ámbito profesional. Nos permite tomar decisiones acertadas o dar con la respuesta correcta ante un problema nuevo, complejo y de difícil resolución. Por estas y otras razones más, parece hoy más necesario que nunca contar con profesionales con potencial crítico, capaces de afrontar un panorama complejo con la seguridad de estar haciendo o decidiendo lo correcto.
El pensamiento crítico es la competencia que encabeza los rankings de las habilidades que demandará el mercado de trabajo en los próximos años para hacer frente a la complejidad, la incertidumbre, los grandes volúmenes de datos e información y el dinamismo característicos del actual entorno laboral. Sirva como ejemplo el prestigioso informe “El futuro del trabajo” (Foro Económico Mundial, 2023) que rastrea cómo será el trabajo en los próximos años y los retos que tendrán que afrontar directivos y empresas, sitúa al pensamiento crítico a la cabeza ganando posiciones frente a ediciones anteriores. Le siguen skills como la flexibilidad y la agilidad, la motivación o la curiosidad y el aprendizaje continuo, competencias que, a su vez, están implícitas en la capacidad para pensar de forma crítica.
Ahora viene el reto: ¿cómo medimos el pensamiento crítico de forma objetiva? En este post desgranamos las particularidades de esta competencia, la apuesta del IIC por la gamificación para evaluarla y las ventajas de contar con personas que posean y desarrollen esta competencia en las organizaciones.
El reto de los profesionales de RR. HH.: la medición del pensamiento crítico
El gran reto hoy para los responsables de gestionar el talento en las organizaciones pasa por incorporar, de forma definitiva, la competencia de pensamiento crítico en sus procesos estratégicos de Recursos Humanos. Identificar y retener talentos críticos resulta clave para componer plantillas capaces de afrontar los desafíos a los que se enfrentan en la actualidad los profesionales de cualquier sector.
Pero ¿cómo saber si contamos en nuestros equipos con profesionales que, además de reunir todas las capacidades y conocimientos técnicos necesarios para llevar a cabo su trabajo, van a tomar decisiones acertadas en situaciones inciertas y complejas? ¿Cómo saber que estas personas no se van a dejar llevar por la intuición, por las apariencias o por lo que les ha funcionado otras veces?
Y vayamos un paso más allá: ¿cómo saber si un profesional, a pesar de ser buen pensador crítico, no va a optar en situaciones complejas por la solución más rápida y fácil, la que le ha funcionado otras veces o la que juega a favor de sus intereses?
La respuesta a las cuestiones anteriores no resulta sencilla. Disponer de herramientas de evaluación capaces de medir con objetividad y precisión un constructo tan complejo como el pensamiento crítico se convierte en una tarea de enorme responsabilidad y dificultad por tres razones fundamentales:
- El pensamiento crítico se basa en tres dimensiones: actitudinal, cognitiva y comportamental, en las que se encuentran involucradas múltiples habilidades, todas ellas necesarias e interrelacionadas. En consecuencia, su medición exige integrar distintas metodologías de evaluación (escalas de autoinforme, pruebas de aptitud o, por ejemplo, pruebas situacionales).
- El pensamiento crítico se pone en marcha cuando la persona se enfrenta a una situación real que demanda una respuesta, ya sea tomar una decisión, resolver un problema, extraer una conclusión, o bien, emitir un juicio o valoración. Esta particularidad nos obliga a construir herramientas de evaluación capaces de simular escenarios “reales” que nos aseguren que la respuesta de la persona evaluada es igual o muy parecida a la que emitiría en una situación real.
- La evaluación y el desarrollo del pensamiento crítico tiene una larga trayectoria en el ámbito de la educación. Sin embargo, su investigación en el ámbito profesional no es tan extensa, lo que nos obliga irremediablemente a adaptar no tanto el constructo a medir, pero sí el contexto de evaluación.
La trayectoria en la evaluación del pensamiento crítico ha generado múltiples formas de medirlo, desde diferentes metodologías y aproximaciones (Figura 1). Por un lado, unas ponen el foco en las variables cognitivas y otras en las actitudinales. Por otro, unas utilizan una metodología basada en los test clásicos, utilizando contextos alejados de la realidad que ofrecen mayores garantías psicométricas, y en otras, por ejemplo, la observación o la simulación ganan en validez ecológica.
Figura 1. Ventajas e inconvenientes de metodologías de evaluación del Pensamiento Crítico. Fuente: IIC
El IIC apuesta por la gamificación para evaluar el pensamiento crítico
La evolución en materia de metodologías de evaluación ofrece nuevas posibilidades de enriquecimiento frente a los test tradicionales. El IIC ha apostado por una de ellas, la gamificación, para evaluar el pensamiento crítico. El objetivo era construir una herramienta de evaluación capaz de integrar la medición de diferentes variables (cognitivas y actitudinales), desde distintas metodologías y utilizando la dinámica del juego como pretexto para acercar a la realidad a la persona evaluada. El resultado es una prueba gamificada de evaluación del pensamiento crítico que ya se incluye en el catálogo de nuestro sistema online de evaluación de competencias eValue y que pretende ofrecer valiosas posibilidades tanto a evaluadores como a evaluados:
- Calidad del dato. La persona evaluada exhibe su verdadero comportamiento, su potencial cognitivo y su opinión de una manera natural mientras juega, es decir, de manera espontánea, natural y real. De esta forma, se persigue contar con datos más fiables y veraces acerca de la forma de pensar y comportarse de la persona evaluada en la realidad.
- Múltiples y variadas métricas. La prueba sumerge al evaluado en un Escape Room que simula un proceso real de selección y donde la persona tiene que resolver diferentes desafíos, en solitario o en grupo, para demostrar ser el mejor candidato. A través de su interacción con el juego, se recogen alrededor de 200 datos que puntúan en variables cognitivas como, por ejemplo, analizar, inferir o interpretar información, y en variables de tipo actitudinal o motivacional, como la curiosidad o la preocupación por encontrar la verdad.
El resultado de la evaluación se traduce en un informe individual (Figura 2) que refleja la puntuación y nivel de la persona evaluada en las principales variables que componen el pensamiento crítico y, además, en una puntuación resumen que permite clasificar al conjunto de personas evaluadas.
Figura 2. Ejemplo de Informe de los resultados de la evaluación.
- Experiencia de usuario. La principal riqueza del juego es, sin duda, su atractivo lúdico y de entretenimiento. El simple hecho de jugar compitiendo por ganar en un entorno de baja presión mejora la motivación y compromiso de la persona evaluada con la prueba. Esto hace que aumenten las posibilidades de que la complete de manera correcta, lo que revierte en la calidad de la medición.
Figura 3. Ejemplo de pantalla de inicio del juego.
El valor estratégico de los datos de la evaluación de pensamiento crítico
Todos sabemos que el mayor valor de la evaluación de personas en las organizaciones no son los datos en sí, sino el aprovechamiento que se haga de los mismos para perseguir con éxito los objetivos estratégicos de la compañía. La prueba gamificada de pensamiento crítico del IIC pretende ser una herramienta de utilidad para tomar mejores decisiones en diferentes procesos de Recursos Humanos:
- Procesos de selección. Identificación de candidatos que no solo tengan las habilidades técnicas necesarias para realizar su trabajo correctamente, sino que también estén dispuestos a analizar situaciones complejas y tomar decisiones informadas, lo que es crucial para roles de liderazgo y posiciones estratégicas.
- Desarrollo y capacitación. Diseño de programas de desarrollo y capacitación más efectivos, enfocados en mejorar áreas específicas de razonamiento y solución de problemas, así como actuaciones dirigidas a concienciar en la necesidad de “no actuar como autómatas”.
- Planes de carrera y promoción. Planificación de trayectorias de carrera y promociones, asegurando que los líderes y gerentes tengan las capacidades necesarias para tomar decisiones complejas y guiar equipos. Igualmente, para detectar profesionales críticos en actividades o roles que exijan pensamiento crítico.
- Composición de equipos multidisciplinares. La incorporación de profesionales críticos contribuye a crear equipos más colaborativos y eficientes, donde aportar desde diferentes perspectivas y disciplinas soluciones innovadoras, colaborando en la resolución de desafíos complejos.
- Cultura y Talento. La evaluación y promoción del pensamiento crítico ayuda a crear una rica cultura organizacional que se adapta rápidamente a cambios y desafíos con entusiasmo, lo cual es esencial en el dinámico entorno empresarial actual.
- Retención del talento. Los profesionales que sienten que sus habilidades de pensamiento crítico son valoradas tienden a estar más comprometidos y satisfechos con su trabajo, lo que ayuda a RR.HH. en la retención de talentos clave.