Las prácticas profesionales tienen un objetivo, al fin y al cabo, formativo. Los estudiantes experimentan un primer contacto con el mundo laboral, poniendo en práctica los conocimientos adquiridos en su formación académica, pero este periodo también es una buena oportunidad para aplicar, contrastar y desarrollar sus competencias transversales, esenciales para desempeñar el trabajo con éxito y convertirse en buenos profesionales.
Según un estudio realizado por el Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC) y la Fundación Universidad-Empresa (FUE), durante las prácticas, los jóvenes mejoran en competencias relacionadas con aprender e innovar, adaptarse, emprender, analizar y formular estrategias y comunicarse y relacionarse en el contexto laboral. Por otro lado, experimentan un menor cambio en compromiso y valores empresariales.
Este estudio es fruto del interés de la FUE por conocer las competencias con las que ya llegan los jóvenes y cuáles desarrollan con la experiencia profesional, para mejorar los programas de prácticas que ofrecen. Para lograr este objetivo, el IIC puso a su disposición una herramienta propia de evaluación del perfil competencial.
Metodología de análisis y evaluación de las competencias
Para este estudio pre-post, se contó con la información de 187 personas, con una edad media de 24 años y que realizaron sus prácticas en 50 empresas distintas. Fundamentalmente, el análisis se basa en dos evaluaciones, una previa y otra tras la beca, que se comparan para ver la evolución de los estudiantes.
- Evaluación pre: se obtiene el perfil competencial inicial de los jóvenes, pudiendo ver diferencias entre ramas de conocimiento o empresas.
- Evaluación post: tras el periodo de prácticas, se vuelven a realizar la prueba para conocer la evolución de las competencias de los estudiantes.
Ambas evaluaciones se realizan con Prisma, la herramienta del IIC que ofrece una visión general de las competencias transversales de una persona. En concreto, se obtiene su nivel de desarrollo en 8 competencias relevantes, que se dividen a su vez en dos o tres dimensiones más específicas: liderazgo, cooperación, comunicación y relación, análisis, aprender e innovar, planificación, adaptación, logro y emprendimiento.
Además, para cada competencia, se da información concreta sobre el nivel de destreza, preferencias, experiencia y formación de una persona en las tareas relacionadas con esta. Por ejemplo, tras las prácticas, es coherente que se haya producido una mayor evolución en destreza y experiencia, pues los jóvenes han experimentado por primera vez situaciones reales del mundo laboral, normalmente más complejas que las vividas en su experiencia académica. Y al enfrentarse a estas, ha mejorado su habilidad en las tareas realizadas y en las competencias a las que están asociadas.
Puedes encontrar más información sobre la metodología y los resultados en el informe completo del estudio
VER INFORME COMPLETO DEL ESTUDIO
Evolución del perfil competencial de los estudiantes
Una vez realizadas y comparadas las dos evaluaciones del estudio, en general, la evolución del grupo de estudiantes resultó positiva pero pequeña. Como apuntábamos, la mayor evolución se ha producido en indicadores relacionados con la capacidad y la seguridad: los becarios han adquirido experiencia laboral en situaciones más complejas que las que conocían previamente, lo que les ha permitido aumentar las habilidades asociadas a esas tareas y su capacidad percibida para llevarlas a cabo.
Los cambios más relevantes se han producido en:
- Pensamiento empresarial
- Analizar, resolver problemas y formular estrategias
- Enfrentarse a situaciones nuevas y desconocidas con éxito, de forma proactiva y autónoma
- Comunicarse, coordinarse y relacionarse en el contexto laboral
Además, en la evaluación del perfil competencial final, la competencia que tienen más desarrollada los jóvenes es Cooperación, seguida de Aprender e innovar y Adaptación. Es decir, tras el programa, las tareas en las que se sienten más competentes y las que más disfrutan son las relacionadas con el trabajo en equipo, así como situaciones con un componente de aprendizaje e innovación.
Por otro lado, los aspectos menos desarrollados son aquellos relacionados con el compromiso, los valores empresariales y establecer metas ambiciosas. En concreto, se detectan menores cambios a la hora de:
- Establecer nuevas conexiones laborales
- Guiarse por valores y principios
- Organizarse, mostrar compromiso y seguir instrucciones
- Establecer y conseguir metas ambiciosas
Formar en competencias para mejorar los programas de prácticas
Los resultados de la evaluación, que también se ofrecen de forma personalizada a cada uno de los estudiantes, permiten a la organización que la acoge enfocar su formación y facilitar el proceso de aprendizaje. “La información que se ofrece a estudiantes y a tutores es información detallada sobre las áreas de mejora de la persona en prácticas y sobre aquellos puntos fuertes en los que se puede apoyar para sacar partido al periodo de formación” explica Beatriz Lucía, directora del área de Talent Analytics en el IIC. “Este análisis ayuda a entender cómo impacta un periodo de prácticas en las competencias de un estudiante que entra en el mercado laboral”, añade.
Desde la FUE, creen que las universidades y las propias empresas son las que deben proporcionar espacio y oportunidades para que los estudiantes desarrollen estas competencias. Por ejemplo, para solucionar esas carencias relacionadas con el compromiso y los valores “es importante transmitir a los estudiantes en prácticas la cultura corporativa y promover el engagement para facilitar su sentimiento de pertenencia”, sugiere Carmen Palomino, directora de Operaciones de Fundación Universidad-Empresa (FUE).
Sin embargo, consideran que los jóvenes también tienen que tener responsabilidad sobre las tareas y su formación en general. Sin duda, el informe personal puede ser un primer paso para conocer sus puntos fuertes y las competencias que mejorar de forma autónoma, de cara a su incorporación en el mundo laboral.