La medicina del futuro no se centrará solo en curar, sino también en prevenir: algo que puede llegar a salvar vidas, adelantándose a las enfermedades, por ejemplo, y que permite optimizar costes. La tecnología como herramienta puede apoyar a esa detección y tratamiento precoz.
Esa fue una de las conclusiones de la mesa redonda Developments in Healthcare: Investment & Research in the Digital Health Industry, que moderó Elisa Martín, directora del área de Salud del Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC), en el evento Barcelona New Economy Week (BNEW).
En la misma participaron el Prof. Dr. Josep Samitier, director del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), Judit Giró, co-fundadora & CEO de The Blue Box, y el Prof. Dr. Gustavo Deco, director del Centro de Cognición y Cerebro de la Universidad Pompeu Fabra. Los expertos hablaron de tres áreas fundamentales en un sector, el de la salud digital, cada vez más amplio: la medicina personalizada, los dispositivos para la salud y la neurociencia.
Las tres perspectivas demostraron además tener un punto en común: los datos. Porque su análisis puede cada vez más apoyar su trabajo y sus decisiones en la medida en que les proporciona información útil y nuevas formas de obtenerla.
Modelos, dispositivos y medicina personalizada
El análisis de datos en salud puede ayudar a los profesionales médicos a describir la realidad de los pacientes, segmentarlos y extraer conclusiones al respecto, pero también a predecir su evolución y frenar el avance de algunas patologías, incluso de forma individualizada. “Podemos desarrollar biomodelos de enfermedades para ir dilucidando cuáles pueden ser los diferentes tratamientos o ver su evolución”, explicaba Josep Samitier, y así “prevenir e intervenir con más información”. De alguna forma, resumía Elisa Martín, se van transformando las guías médicas clásicas para aprender a gestionar la salud del paciente a partir de los datos.
Además, esta medicina personalizada se nutre también de los datos que recogen los dispositivos médicos que proliferan en este ámbito, y cuyo desarrollo hace que otros perfiles relacionados con la tecnología se integren en los equipos de atención a la salud. Así lo explicaba Judit Giró: “los ingenieros entendemos cada vez más los problemas de los médicos y los médicos confían en los ingenieros”.
Ella misma es la creadora de un dispositivo para diagnosticar precozmente el cáncer de mama a partir de una muestra de orina (The Blue Box). “Gracias a la Inteligencia Artificial, un dato no es solo un dato, es información en potencia si sabes cómo procesarla”, destacaba la experta.
La tecnología puede ser útil también en ramas de la medicina específicas y basadas en criterios más subjetivos, como es la neurociencia. Gustavo Deco explicó algunos de los avances que podrían alcanzarse si se aplican técnicas como las resonancias o los sensores de ondas alpha para la medición del cerebro o del sistema nervioso, buscando complementar la experiencia de los profesionales de la salud mental.
Uno de los objetivos sería dar sentido a los datos fenomenológicos, interpretarlos. “Ahí entra la Inteligencia Artificial y el modelado, para generar biomarcadores y transformar esos datos en algo que sea útil al médico”, comentaba el experto. También son interesantes en este ámbito los gemelos digitales, que representen en este caso el comportamiento del cerebro para probar ciertos tratamientos o acciones terapéuticas.
Datos y ética para avanzar en salud
Una vez demostrado que los datos pueden ser útiles en distintos aspectos de la salud, hace falta disponer de ellos en grandes cantidades, con garantías de calidad y privacidad. Durante la pandemia, se ha comprobado cuán relevante es tener una plataforma de datos y han surgido iniciativas al respecto, precisamente para impulsar lo mencionado en la mesa redonda.
Para Judit Giró, “sin datos no hay ciencia”, y disponer de estos hace que los proyectos necesiten menos tiempo para impactar en la vida de los pacientes. La experta confía en que sea así: “al final vamos a conseguirlo, los sistemas de salud van a recopilar cada vez más datos y vamos a ser lo suficientemente inteligentes para compartirlos entre nosotros, pero también lo suficientemente éticos para que los usemos solo para avanzar, regulado por algún órgano”.
Esa es uno de los retos actuales que destacó Elisa Martín: la necesidad de generar confianza en cuanto a los datos y las aplicaciones tecnológicas, tanto para los profesionales de la salud trabajen con ellos como para que los pacientes cedan esa información. Según Judit Giró, no se puede decir un no rotundo a una nueva herramienta que puede ser útil: “si nos parece una amenaza, hay que volverse expertos y dominarla, y confiar que los datos se van a utilizar para algo bueno”, comentaba.
También para Josep Samitier, la regulación debe avanzar a la par que la ciencia y cree que “se está generando un sistema que permita el uso de los datos de una forma controlada y en beneficio de toda la sociedad”, para ser más eficientes y más precisos.
En neurociencia, Gustavo Deco explicaba que cada vez hay más bases de datos públicas. Para él, el cambio se está produciendo y es hora de cooperar y compartir los datos. Porque “tener una tecnología y no aplicarla también es una cuestión ética”. Y así cerró Elisa Martín la conversación, reflexionando acerca de qué pasaría si no utilizáramos la tecnología en salud y de que, entre tanta duda, “no vemos el riesgo de no cambiar”.