¿Qué pasa cuando el Internet de las cosas llega a nuestros hogares? He estado considerando la idea de una versión doméstica del transporte RFID, algo que he dado en llamar equipajes electrónicos. Ya tenemos barcos y camiones que usan etiquetas RFID (a menudo acompañados de códigos de barras) para inventariar y controlar la mercancía. Imagina poder hacer con tu maleta lo mismo antes de irte de viaje.
Que según se fueran colando en tu maleta la pasta de dientes, tus pastillas, tu ropa, tu maquillaje y los dispositivos electrónicos, se fuera haciendo un recuento. Tal vez podrías tener un listado en tu smartphone que registrara cada objeto de la lista y lo fuera tachando según lo vas metiendo. Y, si salieras de casa sin haber completado la lista, tu maleta te enviara un mensaje de alerta. (La misma tecnología podría evitar que te dejaras cosas en una habitación de hotel.)
Esta tecnología me parece bastante simple para implementarla hoy en día. La combinación de la información almacenada en la nube, la globalización de los smartphones y sus aplicaciones y etiquetas RFID cada vez más pequeñas y económicas (aquí tenéis una historia sobre su utilización para rastrear hormigas) parece indicar que esta idea del equipaje electrónico sería viable. De hecho, cabría la posibilidad de aumentar su valor.
La lista de cosas podría enlazarse a datos sobre tu viaje para adaptar lo que metes en la maleta a la duración, al objetivo del viaje (si es de negocios o por placer), a los límites de peso e incluso al último parte meteorológico. Podría incluso tener una aplicación para simplificar el control de seguridad en los transportes, asegurando, primero, que lo que llevas cumple con las restricciones actuales, y declarándolo luego a un sistema en el aeropuerto.
Un uso más trivial aún sería aplicar esta tecnología a un maletín para el trabajo o a una mochila para el colegio. Ya que usamos monederos como accesorio, tal vez podríamos insertarles un dispositivo (¿un bolsillo inteligente?) para evitar dejarnos las cosas importantes.
Otra alternativa más fácil de implementar sería aprovechar la electrónica y los sistemas de comunicación dentro de los coches. Antes de que una familia se fuera de viaje a la playa, el coche podría inventariar todos los artículos etiquetados que se han metido y avisar de que ya están todas las cosas de la lista dentro o avisar de que faltan algunas. El coche también podría procurar bienestar al dueño garantizando que todas las puertas de la casa están cerradas, que la alarma está puesta, que las luces que hay que dejar encendidas lo están y que el horno se queda apagado. Algunas compañías de seguridad ya ponen toda esta información a disposición del cliente a través de aplicaciones móviles. Así que podría comprobarse tanto la localización (está en la mochila) como el estado (está apagado) de las cosas importantes del día a día para que no nos pillara desprevenidos.
Aplicar las ventajas de la tecnología del transporte de mercancías al ámbito doméstico puede superar lo personal y llegar hasta lo social. Al compartir las listas, podrías reducir las cosas que hay que llevar –por ejemplo, cargadores o dispositivos que puedes compartir con los compañeros. Tener tus listas de viajes en una base de datos serviría como punto de partida para hacer nuevas listas si vas a una región desconocida o si viajas en una época del año diferente. Y, si apareciese un nuevo producto que se hiciera imprescindible en muchas listas, podría proponérsele a gente con perfiles similares.
Esto podría extenderse más allá del ámbito de los viajes a un simple paseo con un inventario electrónico accesible de lo que llevas encima (tu ropa y tus pertenencias). Así, podrían llegarte alertas cuando haya que sustituir algo (tus zapatos están gastados) o recibir sugerencias para tus compras (esta tienda tiene una bufanda que pega con tu conjunto). Como no a todos les gustaría publicar una lista detallada de lo que llevan encima, tendría que haber opciones de privacidad. Sin embargo, para los que estén dispuestos a compartir esta información, habría algunos beneficios interesantes. Por ejemplo, sería más fácil pedir algo prestado a un extraño (desde un bolígrafo o una linterna a una aspirina).
Un beneficio social añadido sería la habilidad de localizar objetos perdidos o poder alertar a la gente cuando se les caiga un guante o se dejen la cartera. Por supuesto, un inventario compartido entre una multitud podría servir para alertar a la gente de riesgos como la actividad de carteristas.
Los sistemas podrían aprender de forma más efectiva y adelantarse mejor a las necesidades si tuvieran datos de grandes cantidades de gente. Esto beneficiaría a los usuarios puesto que ya no sería necesario que crearan y actualizaran las listas según cambiaran sus circunstancias.
Como es obvio, las soluciones de inventarios no tienen por qué limitarse a cuando las personas se muevan o viajen. A medida que se etiqueten más cosas, podrías localizarlas con más facilidad dentro de una casa usando un programa para casas inteligentes. Esto podría marcar el fin de las búsquedas desesperadas de llaves y libros de biblioteca perdidos.