Actualmente, además de la comunicación entre humanos, escuchamos cada vez más hablar de la interacción humano-máquina. En ambos casos, son necesarios perfiles de humanidades -y más concretamente perfiles lingüísticos- que aseguren una cierta corrección y calidad, imprescindible para agilizar todos los procesos de comunicación.
Este tema se abordó en la mesa redonda “Las lenguas modernas en un mundo interconectado”, dirigida a alumnos de Bachillerato en la Feria Virtual de la Universidad Nebrija. Este evento contó con Carmen Torrijos, lingüista computacional en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC), como ejemplo de las salidas que pueden tener los estudios de humanidades más allá de las profesiones que históricamente se han relacionado con estas carreras.
Conversaron con ella Laura de la Parra, directora del grado en Lenguas Modernas de la Universidad Nebrija, y Stephen Jenkins, director del máster en enseñanza bilingüe, aportando su visión sobre la actualidad en el mundo de las lenguas.
Los datos en texto necesitan lingüistas computacionales
El trabajo de Carmen Torrijos refleja una aplicación real de las humanidades en 2020 y para el futuro, y demuestra que las personas siguen estando detrás de las máquinas. “Los lingüistas computacionales somos necesarios cuando tenemos grandes cantidades de datos que están en texto”, explicaba.
Para extraer conclusiones de los datos en lenguaje natural que instituciones y empresas han acumulado a lo largo de los años de la digitalización, se necesitan lingüistas computacionales. Ellos “traducen” ese lenguaje no estructurado a un lenguaje formal, como el de la programación, para que las máquinas trabajen con él y puedan analizar grandes volúmenes de texto de forma autónoma y sin intervención humana.
Con esto, un sistema puede decirnos si la opinión de un texto es positiva o negativa, detectar entidades o clasificar los textos de forma masiva y automática. Sin embargo, este Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN) se complica cuando entran en juego la semántica y la extracción de significado, con dificultades a la hora de reproducir procesos cognitivos muy humanos como la comprensión de la ironía o la ambigüedad.
Por eso hay que validar los resultados de la máquina. Los que conocen en profundidad el lenguaje también las ajustan y corrigen para mejorar su rendimiento, y esa contribución humana es esencial en la tecnología. “La Inteligencia Artificial funciona así, con una mezcla de perfiles donde también tienen cabida los profesionales de la lengua”, explicaba Carmen Torrijos, acostumbrada a trabajar en equipos mixtos con ingenieros informáticos o matemáticos.
Para ello, se necesita sobre todo versatilidad y adaptación. Recomendó a los estudiantes que confiaran en sus capacidades, y que estuvieran siempre abiertos a aprender cosas nuevas y a trabajar con perfiles diferentes.