Toda empresa o institución aspira a formar un equipo de profesionales capaces de actuar con integridad, honestidad y honradez ante cualquier situación y bajo cualquier presión. Esto es, evitando conductas contraproducentes como, por ejemplo, mentir, generar conflictos o el absentismo, además de garantizar un trato equitativo y cordial con clientes y compañeros/as.
Y es que la verdadera integridad va más allá: implica actuar de forma proactiva y voluntaria en favor de los beneficios de la organización y del bienestar de las personas, sin limitarse a evitar daños. En este post, damos algunas claves sobre la integridad y sobre cómo evaluarla en las organizaciones. Desde el IIC, hemos trabajado en una prueba basada en modelos teóricos que la vinculan con diferentes competencias y actitudes.
¿Qué es la integridad? Diferencias con la honestidad y la honradez
Integridad, honestidad y honradez son conceptos que a menudo se utilizan como sinónimos, pero en realidad tienen matices importantes que los diferencian. Aunque están relacionados, cada uno aporta una dimensión única a la ética personal y profesional.
En primer lugar, la honestidad pone el foco en “decir la verdad” bajo cualquier circunstancia o presión, siendo transparente en la comunicación. Es, en esencia, evitar el engaño o la manipulación. Por otro lado, la honradez está relacionada con el respeto por la propiedad y la justicia, ya sea en el plano material como en lo moral. Por tanto, se trata de actuar de manera respetuosa, correcta y justa en el trato, evitando cualquier forma de robo, fraude, abuso o corrupción. La Integridad, por su parte, incluye honestidad y honradez, pero además implica un cumplimiento más amplio de los compromisos y principios a través de nuestra forma de actuar.
En resumen, la integridad en el ámbito organizacional es vista como la coherencia entre valores, principios y acciones, además del cumplimiento de los compromisos y obligaciones asociadas al puesto. Implica no solo responsabilidad y rectitud en el desempeño de las funciones, sino también el respeto a las normas y la construcción de confianza dentro de la organización.
¿Cómo evaluar la integridad en las organizaciones?
Cuando hablamos de integridad, hablamos de compromiso, transparencia, confianza, respeto, responsabilidad, cordialidad y justicia. Todas estos valores, principios y comportamientos pueden darnos pistas de si una persona es íntegra. Y así, de hecho, es como se está abordando la evaluación de esta competencia. Ante las dificultades para medir la integridad, se manejan diferentes alternativas, como evaluarla indirectamente.
Desde el IIC hemos desarrollado una prueba informatizada con la idea de medir diferentes habilidades, competencias y actitudes para inferir la integridad de la persona evaluada, con independencia del contexto de aplicación. Se trata de una prueba única y autoinformada compuesta de tres escalas que exploran tres de las variables vinculadas a la integridad a las que se refieren algunos de los modelos teóricos más reconocidos en el campo de estudio de la misma. Resumimos los principales modelos y variables:
- Teoría de los rasgos de personalidad.
El modelo de los Cinco Grandes de la personalidad (Costa y McCrae, 1992) ha sido uno de los más utilizados para relacionar la integridad con las conductas contraproducentes. Según este modelo, la integridad se asocia principalmente con los rasgos de responsabilidad y amabilidad. Las personas con altos niveles de responsabilidad tienden a ser organizadas, fiables y comprometidas con sus deberes. Tienen una mayor probabilidad de actuar con integridad, ya que muestran autocontrol y evitan comportamientos impulsivos, como el robo o el sabotaje. La falta de este rasgo, en cambio, se ha vinculado a la deshonestidad y a la falta de compromiso con las normas organizacionales. Por otro lado, las personas con altos niveles de amabilidad son cooperativas y tienden a evitar conflictos interpersonales. Un bajo nivel de amabilidad puede derivar en conductas de agresión o confrontación con los compañeros.
- Estabilidad emocional y manejo de estrés en situaciones adversas.
La estabilidad emocional es el polo opuesto al rasgo de Neuroticismo de la Personalidad y se vincula a la capacidad para mantener bajo control cualquier emoción negativa que pueda desencadenar resultados negativos en uno mismo, en el entorno o en otras personas. Las personas emocionalmente estables suelen actuar de manera más reflexiva y son menos propensas a comportamientos impulsivos que comprometan su integridad. Este rasgo tiene una influencia más indirecta en la integridad, en comparación con la responsabilidad y la amabilidad.
- Ciudadanía organizacional (Organizational Citizenship Behavior, OCB).
El trabajo de Organ, D. (1980) fue clave para entender cómo los factores sociales y actitudinales contribuyen al éxito organizacional. La ciudadanía organizacional se refiere a un conjunto de comportamientos voluntarios que los empleados realizan más allá de sus obligaciones formales y que contribuyen al bienestar y la eficiencia de la organización. Algunos ejemplos son: ayudar a los demás, ser leal a la organización y proponer mejoras o soluciones sin que se espere una recompensa directa. En resumen, la ciudadanía organizacional parece ser incompatible con la emisión de conductas contraproducentes y, por tanto, puede ser un predictor indirecto de la integridad.
La prueba de evaluación de la integridad del IIC, implementada en el sistema de evaluación de competencias eValue, es multidimensional y pretende capturar las anteriores variables a través de un recorrido por tres bloques con diferente contenido y metodología de evaluación. Tras pasar la prueba, se genera un informe individual que contiene los resultados obtenidos a nivel integrado, pero vinculándolos con las dimensiones de la integridad exploradas. Además, ofrece a la persona evaluada una interpretación de los resultados obtenidos en términos de significado y desempeño esperado en el contexto de trabajo.
El valor de la integridad y su impacto en el éxito de las organizaciones
La prueba de evaluación de la integridad del IIC ha sido desarrollada con el objetivo de proporcionar información valiosa sobre las personas a las organizaciones. Esto facilita la composición de un equipo de profesionales que se destaque por su integridad y contribuya al logro de los siguientes beneficios para la empresa y las personas que trabajan en ella:
- Reducción de conductas contraproducentes que actúan en contra de los beneficios de la compañía y del bienestar de las personas. Incorporar personas con altos niveles de integridad minimiza la probabilidad de que se presenten conductas contraproducentes como el robo, sabotaje, fraude o abuso de recursos.
- Mejora del clima organizacional. Las personas íntegras tienden a actuar con transparencia y equidad, lo que fomenta un ambiente de trabajo positivo. Esto fortalece las relaciones interpersonales y genera un entorno basado en la confianza y el respeto, lo que, a su vez, mejora el clima y la satisfacción laboral.
- Aumento en la productividad. Al evitar comportamientos disruptivos y fomentar un ambiente de confianza, las personas son más propensas a centrarse en sus tareas, asumiendo con responsabilidad sus funciones y compromisos, lo que se traduce en un aumento del rendimiento y la productividad. Además, los/las líderes pueden dedicar menos tiempo a gestionar problemas de conducta y más a orientarse al crecimiento de las personas y del negocio.
- Prevención de fraudes y filtraciones de información. La integridad reduce la probabilidad de que los empleados involucren a su empresa en situaciones comprometedoras que, además de causar un daño directo a bienes o a personas, ponen en riesgo la imagen de la compañía. Esto resulta crítico en determinadas instituciones como, por ejemplo, entidades financieras, sanitarias, etc. donde impera la necesidad de proteger datos sensibles acerca de las personas y, en general, en cualquier compañía para mantener la confidencialidad de los proyectos y las estrategias de negocio.
- Mayor lealtad y compromiso hacia la organización. Las personas íntegras suelen estar más comprometidos con los intereses de la organización y sus valores. Esto se traduce en mayor lealtad y una disposición a actuar en favor del bienestar de la compañía. Estos empleados promueven voluntariamente la ciudadanía organizacional, emprendiendo, participando y apoyando actividades que benefician al equipo y la empresa.
- Atracción y retención de talento. Evaluar la integridad en los procesos de selección asegura que los nuevos empleados se alineen con los valores de la empresa. Además, una cultura ética y transparente no solo atrae a profesionales altamente capacitados, sino que también ayuda a retener al talento, dado que los empleados prefieren trabajar en entornos donde la justicia y la honestidad sean pilares fundamentales.
Al final, es evidente la influencia que la integridad puede tener en aspectos importantes para las organizaciones. Por ello, desde el IIC, apostamos por el desarrollo de pruebas fiables y con garantías psicométricas que den información útil a RR. HH.
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