Vivimos en el mundo de la información. Los seres humanos elaboramos gran parte de ella o, como mínimo, pasa por nuestras manos. Los cajeros de los supermercados escanean códigos de barras.
Los biólogos etiquetan especies en peligro de extinción. Los operadores de divisas registran decisiones de compra y venta. Sin embargo, según nos vamos adentrando en el mundo del Internet de las cosas, cada vez más información de la que recopilamos, procesamos, evaluamos y utilizamos proviene de sistemas automatizados.
El Internet de las cosas solo cumplirá sus promesas de mejorar la logística, advertirnos de peligros medioambientales, personalizar nuestras experiencias y demás si una amplia variedad de sensores inunda nuestro mundo. Todo esto ya está ocurriendo.
Espacio. Cuando paso con mi coche bajo un arco, gracias a una etiqueta RFID, mi presencia es detectada y me cobran un peaje de autopista. El GPS de mi smartphone me guía hacia mi destino y me dice dónde puedo parar a comer por el camino. ―¿Me apetece comida india o italiana?
Cinco sentidos. Internet ya tiene ojos y oídos
- Nuestras calles, centros comerciales, oficinas, hospitales y universidades están llenos de cámaras de vídeo. En los casinos utilizan el sistema de reconocimiento facial para detectar visitantes no gratos, como contadores de cartas.
En la carretera se registra la matrícula de todos los coches que pasan. Más sutilmente, los sensores de luz ajustan la iluminación de la pantalla de mi smartphone. Partes invisibles del espectro (como los rayos UVA) también juegan un papel en nuestras vidas. Y no olvidemos la detección de los códigos QR.
- Los micrófonos proporcionan el audio para la difusión en streaming, la grabación y el análisis de reuniones. Monitorizan la contaminación acústica y constituyen uno de los componentes de los sistemas de detección de intrusos.
- Para los seres humanos el tacto es mucho más que un sentido: mientras que se recoge información sobre las temperaturas y estas se convierten en puntos de entrada de datos, la recopilación de los aspectos mecánicos del tacto, como la distorsión de la superficie, es aún limitada. Y hasta donde yo sé, Internet no siente dolor.
- El gusto y el olfato son los sentidos mejor emulados por los sistemas de detección química. Fuera del laboratorio, estos sistemas son los preferidos para el mantenimiento de la seguridad y el confort (para detectar, por ejemplo, la humedad y las toxinas como el monóxido de carbono).
- Los aseos inteligentes, que son capaces de analizar el estado de salud del usuario, pueden abrirse camino en este sentido. La innovación más interesante respecto a este campo es que este tipo de sensores puede llegar a tener un uso habitual en el interior del cuerpo humano, ayudándonos a regular los niveles de azúcar en sangre o a mantener el nivel terapéutico de antibióticos y analgésicos.
Tiempo. Hemos sincronizado nuestros relojes (y nuestros teléfonos, las publicaciones en blogs, el goteo por vía intravenosa y la entrega de paquetes). Cada vez más dispositivos de los presentes en nuestras vidas rastrean, miden el tiempo y se coordinan entre ellos. Podemos obtener información longitudinal: seguimos sus cambios y descubrimos sus relaciones porque el tiempo está incluido como una parte intrínseca de la información que recogemos.
La gama de sensores disponible es innumerable, y nuevos sensores continúan desarrollándose. La tecnología de detección de profundidad en los videojuegos de Microsoft Kinect ha abierto una puerta a muchas posibilidades (Echa un vistazo a los divertidos trucos de este vídeo). Gran parte del atractivo de este tipo de videojuegos viene de que la información de estos sensores es combinada, puesta en correlación, contextualizada, extraída, priorizada e interpretada. El jugador podrá tomar decisiones y actuar basándose en nuevos y ricos panoramas de información.
Sin embargo, como ocurre con la recopilación de datos, estas decisiones y acciones se pueden convertir en una contribución ínfima a la utilización de estos. Los usuarios más expertos utilizan sistemas de comercio automatizado basados en algoritmos para sacar el máximo beneficio en los mercados electrónicos. El Internet de las cosas aportará acción a los datos y a las cosas gracias a la proliferación de actuadores. Seguiré escribiendo sobre los avances en este campo en un próximo post.