Si alguna vez habéis entregado vuestro ordenador a algún fanático de las tecnologías a través de un programa como TeamViewer, habréis tenido la maravillosa y a la vez inquietante experiencia de ver cómo toman el control de tu sistema, buscan en él, le interrogan y lo arreglan.
Igual de inquietante es una historia que pasó no hace mucho sobre un joven de 19 años que tomó el control de las cámaras del concurso de Miss Teen America y de otras jóvenes en un complot de «sextorsión». El poder de activar y controlar dispositivos en remoto es una parte fundamental del Internet de las cosas. Tiene el potencial de aportar un valor considerable, pero hay que abordarlo con cuidado.
El control remoto del Internet de las Cosas
Internet ya ofrece una gran variedad de capacidades para usar en remoto, desde vigilar a los niños en casa (y controlar a la canguro) hasta algo tan mundano como cambiar el canal de la tele. CommuniTake asegura que ya tiene la tecnología necesaria para ejercer un control absoluto sobre cámaras, smartphones, decodificadores y tablets Android. Las posibilidades de la Gestión de Dispositivos Móviles solo se ven limitadas por los dispositivos que creemos y por lo que queramos hacer.
Estaba estudiando este asunto cuando me topé con un artículo en The New York Times sobre seguridad y armas de fuego. Se ha discutido desde hace años si utilizar huellas dactilares u otros métodos biométricos para el control de las armas. Son obvias las ventajas de conseguir impedir que alguien se dispare con su propia arma o que un niño accidentalmente dispare a alguien o se dispare a sí mismo. Pero, según el artículo, «Entre los obstáculos se incluyen: crear una tecnología de seguridad de reconocimiento de usuario a prueba de fallos, integrar componentes electrónicos sensibles que puedan soportar la sacudida de disparos repetidos…»
Si puedo apagar las luces, encender el aire acondicionado y arrancar mi coche con mi smartphone, ¿por qué no aplicar la misma tecnología a las armas? Con la mayor parte de los dispositivos electrónicos protegidos contra impactos, ¿no nos acercaría esto a la era de las armas bloqueadas por métodos biométricos? Además de la gestión de la autenticación, un sistema como este podría aportar diversas ventajas:
- Si mi sobrino viniera de visita con sus hijos, podría inhabilitar todas las armas de mi casa.
- Si me olvidara de activar o desactivar mi arma a una hora que no encaja con mi comportamiento habitual, podría recibir una respuesta automática (de hecho, podría poner un temporizador a algunas armas o a todas).
- Si, tal y como ocurrió la semana pasada, un fugitivo asesino estuviera rondando por mi barrio, podría reaccionar (encender el arma si estoy en casa, apagar el arma si estoy fuera).
- Podría apagar el arma mientras la limpio (o podría apagarse automáticamente).
- La disponibilidad del arma estaría ligada al consumo de alcohol y/o de medicamentos a través de contraseñas, pruebas o sensores.
En ciertas situaciones sociales, podrían inutilizarse todas las armas que se encuentren en determinadas zonas (por ejemplo, en juzgados o escuelas).Una agencia gubernamental podría saber dónde y cuándo se ha disparado un arma. Y no sé si ocurre en la vida real, pero en las películas parece que las órdenes de alejamiento, las capturas y otras situaciones tensas se descontrolan cuando alguien dispara un arma accidentalmente. Un comandante podría tener control absoluto sobre las armas en manos de aquellos que estén a su mando.
Aunque sea interesante plantearse estas posibilidades (especialmente en los Estados Unidos, donde el «Derecho a poseer armas» ejerce un poder real), la realidad es que arrojan pistas sobre las capacidades del control remoto en el Internet de las cosas que está por venir. La autenticación, el control de dispositivos, el control vertical, el control situacional, las alarmas y las acciones sugeridas, el control del contexto y la coordinación social del dispositivo son todo un abanico de posibilidades interesantes.
Esto es probablemente solo el principio. La tecnología aportará una infinidad de posibilidades, y apuesto a que surgirán más rápido de lo que podamos manejarlas socialmente. Nuestro problema será gestionar cómo se ponen en práctica estas nuevas capacidades de forma que equilibremos los beneficios y los riesgos, la libertad y el control.