Piensa en todas las cosas que hace tu coche como respuesta a estímulos electrónicos y físicos. Lo básico: arranca. Cambia de marcha. Cambia de dirección. Cambia de velocidad. Frena. Además, abre y cierra las ventanas y las puertas. Hace circular aire caliente y frío. Se encienden los intermitentes y suenan. Los asientos y los espejos se ajustan.
Experimentamos todo esto de forma directa. Sin darnos cuenta, se ajusta la mezcla de aire y combustible, se enfría el motor, y mucho más. El propósito aquí no es hacer una oda al funcionamiento de un coche, sino demostrar el poder y la variedad de los actuadores y dispositivos similares. La definición de actuador del diccionario ―«Un servomecanismo que suministra y transmite la cantidad de energía estimada para el funcionamiento de otro mecanismo o sistema»― y la descripción de la Wikipedia ―«Un tipo de motor para mover o controlar un mecanismo o sistema»― apenas dan una idea de todas las posibilidades que existen.
El internet de las cosas en nuestro día a día
Los actuadores y dispositivos similares (láseres, imanes, termopares, etc.) proporcionan un medio para poder actuar sobre nuestro entorno. En el caso del Internet de las cosas, aportan el músculo para llevar a cabo órdenes y completar decisiones, tanto si provienen de personas, de algoritmos o de programas como de una combinación de ellos. En este momento, los seres humanos somos los primeros actuadores de nuestro entorno inteligente. Antes de lo que pensamos esto dejará de ser así.
Mi coche es lo bastante antiguo como para no detenerse automáticamente en situaciones de emergencia y tampoco sabe aparcar solo. Estas decisiones aún están en mis manos, pero espero que no sea así con mi próximo coche. Para cuando quiera cambiar de coche, probablemente este será capaz de conducir por mí. Estoy casi seguro de que, antes de que pase esto, podré montar en taxis sin conductor. Seguramente ya hayas montado en un tren sin conductor.
Los ordenadores que comparten información y actúan sobre ella juegan un papel omnipresente en la industria y se han abierto camino hacia lugares tan inesperados como los quirófanos (Cada año se realizan cientos de miles de cirugías asistidas por robots. Véase también este artículo del New York Times). Incluso sin el conocimiento y los controles del Internet de las cosas, tenemos robots que limpian nuestras alfombras. Y aunque no pensemos en ellos como robots, podríamos añadir a la lista los lavavajillas, los hornos, la calefacción, el aire acondicionado y las máquinas de coser.
Todos ellos tienen ordenadores con sensores que usan actuadores para arrancar, regular y parar, de forma que pueden servir de ayuda o directamente realizar trabajos útiles. Echo agua y café en mi cafetera y le digo cuándo quiero mi café. Ella hace el resto. Esta mañana me ha dicho que necesita una limpieza. En este caso yo soy el actuador de esa tarea.
Las ideas que circulan sobre qué tienen en común cafeteras, coches y lavadoras están ya manidas. Las cosas se ponen más interesantes cuando hablamos de sistemas de seguridad. Me intriga la coordinación de los cirujanos robóticos, aunque mi imaginación parece ser más bien distópica. Y el Internet de los drones me da pesadillas.
Pero quiero resaltar el hecho de que estamos en el umbral, no solo de un Internet de las cosas que se comunique, sino de un Internet de las cosas que actúe. La acción puede ser de una magnitud tan tosca como aterrizar un avión Jumbo o tan delicada como regular el latido de un corazón. Se coordinarán acciones, convirtiendo los primeros pasos de hoy en la danza de una bailarina. Espera sorpresas. Espera diversión. Pero no olvides los drones.